Edipo, el hijo de la Fortuna (IV)

martes, 27 de abril de 2010
El camino a Tebas fue largo y duro. Edipo tardó mucho tiempo en llegar a Tebas pero desde donde estaba veía las murallas de Tebas. Ahí emprendería una nueva vida, lejos de aquellos a los que amaba y a los que tanto daño haría según el oráculo. Sonrió. Había esquivado los oscuros designios de los dioses. La verdad es que los dioses no eran infalibles: se les podía engañar. Lo demostró Prometeo, aunque acaso el titán se acabase excediendo y tentando a su suerte. Pero lo de Edipo era algo puntual. Acto seguido marchó hacia Tebas, donde le esperaba una nueva vida.

Camino a Tebas encontró un enorme campamento. Hombres, mujeres, niños y ancianos se arremolinaban en unas condiciones infrahumanas, lo que llevó a Edipo a interpelar a un muchacho

"¿Qué hacéis viviendo así cuando está Tebas a tan poca distancia, viajeros? Aunque esteís cansados, ¿No os merece la pena andar un poco más y descansar en un jergón en Tebas?"

El muchacho respondió

"Mi señor somos tebanos que salimos a Delfos en peregrinación pero no podemos entrar a la ciudad. En las afueras está un monstruo que se llama la Esfinge y que formula un enigma a todo aquel que entre a Tebas. Si lo acierta le franquea el paso y si fracasa, le devora. Hasta ahora nadie ha resuelto el enigma"

"¿Y no hace nada vuestro Rey para dar muerte a esa perra cantora?" razonó Edipo

"No tenemos Rey. Largo tiempo hace que partió Layo en busca de una respuesta para el enigma pero todavía no ha vuelto. Creonte le da por muerto y ofrece la corona y la mano de la reina Yocasta a todo aquel que resuelva el enigma"

Edipo se mesó el mentón. Aquello era un buen futuro, merecía probar fortuna. Si lo resolvía sería Rey y si no, sería devorado y su sufrimiento tendría fin.

"Déseame suerte chico" dijo Edipo mientras marchaba hacia Tebas.

Cuando estaba a punto de llegar a las murallas una sombra tapó el cielo y la Esfinge se posó delante de Edipo. Era grande como una leona y tenía un par de alas fuertes para levantar su cuerpo. Su cabeza era la de una mujer, atractiva de no ser por los ojos felinos que tenía y los caninos ligeramente afilados que presentaba.

"Bien viajero, debes de resolver este enigma si quieres entrar a Tebas. Si fracasas serás devorado"

"Plántealo" dijo Edipo mientras se hacia a un lado del camino y se sentaba en un risco.

La Esfinge carraspeó y lanzó su enigma:

"¿Qué animal tiene cuatro patas al amanecer, dos al mediodía y tres al anochecer?"

Edipo pensó mientras la Esfinge le miraba, sacando sus garras y saboreando el bocado que tenía ante ella. Edipo la miró y dijo:

"Fácil. Es el hombre que al amanecer de su vida se vale de cuatro patas para moverse, dos en su madurez y tres cuando es anciano y su vida anochece, pues necesita de un bastón para andar"

La Esfinge abrió mucho los ojos, balbuceó algo y salió volando de allí hasta estrellarse contra unos riscos, perdiendo la vida. Hubo entonces un gran silencio y luego grandes vítores. Las puertas de la muralla se abrieron y soldados y ciudadanos fueron a abrazar a Edipo. Los que estaban afuera abrazaban a los familiares de los que tanto tiempo habían estado separados.

Entonces sonó una trompeta y los soldados empezaron a apartar a la muchedumbre. Enfrente suya estaban dos figuras: la de una hermosa mujer de cabello azabache y de ojos verdes y la de un hombre vestido de purpura, en un cojín llevaba una corona.

"Muchas gracias..." dijo el hombre

"Edipo, mi nombre es Edipo"

"Soy Creonte, regente de esta ciudad. Nuestro Rey Layo ha muerto y no tenemos quien nos gobierne. En virtud de las pragmáticas que he dictado, te corresponde la mano de mi hermana, la reina Yocasta" levantó ligeramente la mano de la Reina " y la corona de Tebas"

Creonte avanzó, se arrodilló y puso la corona en las sienes de Edipo.

"¡Viva el Rey! Larga vida a Edipo, Rey de Tebas"

Edipo, el hijo de la Fortuna (III)

martes, 20 de abril de 2010
Desde que Apolo diese muerte a la malvada P itón, el oráculo a él consagrado se había convertido en un centro de peregrinación de toda Grecia. Delfos bullía de gente que iba a consultar al oráculo cualquier tema. Tal era el bullicio que hasta el hijo de un rey como Edipo debía de esperar pacientemente su turno para ofrendar un animal en sacrificio y luego para ser atendido por la pytia.

Esperó días y días hasta que pudo ser atendido y finalmente fue llevado ante la pytia tras el pertinente sacrificio. La pytia era una mujer madura, de una belleza fascinante o quizás fascinaba por que estaba en permanente contacto con Apolo. La mujer empezó a masticar unas hojas de laurel y a subir unas escaleras hasta una especie de trípode. Luego acercó su rostro a una grieta en la tierra para escuchar las palabras de Apolo. Al rato empezó a gritar, como poseída y balbucir algunas palabras. Luego Edipo acompañado de dos sacerdotes abandonó la estancia.

Edipo esperó un par de horas que se antojaron siglos. Finalmente los sacerdotes le tendieron una tablilla con las palabras de Apolo. La predicción se clavó en Edipo como una saeta, era monstruosa, lejos de revelar su origen, le decretó un destino monstruoso:

Matarás a aquel que te trajo al mundo y compartirás lecho con aquella que te llevo en su seno

Edipo huyó de allí horrorizado. Pólibo le había dado una buena vida, ¿Cómo iba a matarle? y casarse con su madre, aquello era monstruoso. Y decidió contrariar la voluntad del oráculo. Podía engañar a los dioses y rebelarse contra su voluntad y así lo haría. Puso rumbo a Tebas.

El camino a Tebas era largo, pero le alejaba de su bienamada patria Corinto. Así no podría dañar a quienes amaba. Un carruaje se presentó ante Edipo, parecía el cortejo de algún rey a juzgar por las ricas ropas que llevaba el hombre que le interpelaba

"Ápartate forastero, dejanos pasar"

Edipo se negó

"Ápartate he dicho" volvió a tronar el Rey.

Edipo se negó. Uno de los cinco criados que le acompañaban intentó apartarle, pero Edipo lo atravesó con la pequeña espada que llevaba para combatir a los bandidos que abundaban por los caminos de la Hélade. Otros dos fueron a reducirle, experto esgrimista, Edipo les arrebató la vida. No había terminado de secar la sangre de su espada cuando otros dos criados más fueron a luchar contra él. De nuevo el acero de Edipo acabó con uno de los criados e hirió a otro, que salió huyendo de allí.

El rey bajó del carro furioso y, espada en mano, atacó a Edipo. Éste se defendió del abrupto ataque y, haciendo una finta, hundió la hoja de su espada en el costado del soberano. Y de esta manera se ponía fin a la vida de Layo.

Edipo, el hijo de la Fortuna (II)

viernes, 16 de abril de 2010
Edipo encontró en los reyes de Corinto los padres que los dioses le habían negado. Fue educado para en un futuro suceder a Pólibo como soberano. Un rey justo y sabio, temeroso de los dioses. Nunca pudo Edipo reprochar a sus padres adoptivos el haberle hecho desdichado.

Sin embargo había algo que le atormentaba: desde muy pequeño había tenido que aguantar las murmuraciones de sus compañeros de juego y pese a que Edipo les reprendía y les instaba a que aportasen pruebas. Ninguno aportó nada y aunque Edipo no debía de dar pábulo a esas habladurías, acabó haciéndolo. Eran años y años teniendo que aguantar que no era hijo de su padre.

Un día la habladuría se convirtió en acusación. En un banquete celebrado en la corte de su padre, un borracho acusó a Edipo de no ser hijo de su padre. Edipo estalló y resolvió callar para siempre ese mero chisme de aldea que había ido ya demasiado lejos.

Resolvió acabar aquello de la única manera que sabía: preguntaría al Óraculo de Delfos sobre sus orígenes y así acabaría con las especulaciones. Y sin decirlo a nadie, tomó camino del óraculo, sin escolta ni séquito, como un viajante más.

Perseo en la Historia, una aproximación al mito.

miércoles, 14 de abril de 2010
Como habéis podido comprobar hemos decidido comenzar en el blog con el mito de Perseo. ¿Por qué? No es de lo más antiguos, ni contiene elementos originales, de hecho sus personajes son arquetipos de la mitología helena, lo que, sin embargo, también puede tener sus ventajas. También podemos ver en este Mito la representación de una sociedad peculiar y otros temas que surgirán a lo largo de este análisis.
Apolodoro de Alejandría en su obra Bibliotheca Mitologica nos hace un elenco de los principales Ciclos de Héroes así como otros mitos de carácter ctónico y etiológico y, por supuesto, todos tiene un carácter, más o menos marcado, religioso.
Los mitos más antiguos que podemos encontrar en la civilización helena, según la versión de Apolodoro, son los Ciclos Tebano y Troyano, así como mitos de carácter etiológico, como el Rapto de Perséfone.
Otro criterio en el ordenamiento de los Mitos que se podría seguir es el cronólogico. En los momentos en que Historia y Mito, que no es más que una explicación de la realidad desde una visión diferente, se tocan se puede trazar una línea cronólogica, necesariamente muy desvaída. Ya vimos que Perseo se enfrenta al hermano de un lejano antepasado por la mano de Andrómeda. Según este criterio el Ciclo más antiguo sería el Minoico-Ático, luego el Tebano, el Argivo (al cual pertenece Perseo), etc.

Anteriormente dijimos que el Mito de Perseo no tiene elementos originales, en realidad es la justificación del poder que tendría la familia Perseida en la Época Oscura, tras la Época Micénica, por oposición a la familia Heráclida, pero esta historia quizá sea contada en otra ocasión.
Es un mito donde aparecen varios personajes y situaciones arquetípicas de la civilización indoeuropea y, en particular, helena. Podemos comenzar por el propio Perseo, hijo de Zeus y de una mortal, como tantos otros, que debe emprender un viaje de maduración para lograr su objetivo. Los viajes de los mitos siempre son fuera de la Oikumene, es decir, el mundo conocido por los griegos, las tierras bárbaras donde se desconocen a los griegos, en Perseo están simbolizados por el titán Atlas, las Grayas y la propia Medusa.

Otro aspecto que podríamos señalar es la aparición en el mito, de refilón, de los gemelos Arcisio y Preto, abuelo y tío abuelo de Perseo respectivamente. Dos gemelos que desde el seno materno están en guerra y mediante esta crean la civilización. En la civilización indoeuropea es un lugar común la guerra de gemelos, veáse a los romanos Rómulo y Remo.

Es necesario señalar el papel de la religión en el mito de Perseo que, como todos los Mitos, tiene una carga moral importante. Señalaremos tres ejemplos que como dijimos no tienen nada de originales:
En primer lugar el hecho de que Apolo, dios oriental afincado en Delfos, castigara a Arcisio por su hybris, soberbia. La hybris era el mayor delito que se podía cometer contra los dioses y era irrevocablemente castigada con la némesis. En el caso de Arcisio, morir a manos de su nieto. La némesis siempre se cumplía, aunque el castigado intentara huir de ella.
Por otro lado encontramos el caso de Policdetes y Dictis, el primero cruel infractor de la ley divina, el segundo celoso guardián de esta. Policdetes no sigue las normas elementales de hospitalidad impartidas por Zeus Xenios, tema que Homero tratará ampliamente en la Odisea, mientras que Dictis sí lo hará.
En tercer lugar encontramos la purificación de Perseo tras haber cometido un crimen. Preto, como rey-sacerdote, le impone un castigo acorde con este, homicidio involuntario, para limpiarlo. Sin esta purificación, la sangre de Arcisio hubiera reclamado venganza.
Así podemos decir que en este Mito hay una profunda enseñanza religiosa para las élites, porque es a ellas a quien va dirigida. Estos mitos eran narrados en los palacios de los Wanax, reyes-sacerdotes de la Época Oscura y, aunque ambientados en Época Micénica, reflejan aspectos de la Época en la que eran narrados. Su sociedad jerárquica, al frente de la cual estaba el rey-sacerdote, sus palacios-fortaleza, el clima de guerra continua, solo atemperados por las normas dadas por los dioses y un largo etcétera en el que no me detendré aquí.
El mito de Perseo ha perdurado en el tiempo, desde que era cantado en los palacios de la Época Oscura Helena, pasando por el período Helénico del siglo III a.C., llegando a Roma y, a través de ella, a la Literatura Universal y al Arte.

Grimal, P: Diccionario de Mitología, Akal, 1989.

El hijo de la Argiva. Perseo, rey de Micenas

lunes, 12 de abril de 2010
A los días de la muerte de Arcisio, Perseo ofició los funerales de su abuelo. Allí acudieron los Reyes de las principales ciudades de la Hélade, entre ellos Preto, rey de Tirinto y hermano de Arcisio. Tras la ceremonia, en la que el cadáver del rey fue incinerado y sus cenizas guardadas en una urna que reposaría en Argos, Preto se acercó a Perseo:
“¿Qué harás ahora?” inquirió el rey.
“Viajaré por el mundo” respondió Perseo tristemente “no puedo permanecer en una tierra que he mancillado”
Preto sonrió pensativo, sus ancianos ojos parecían chispear, y dijo:
“Arcisio era mi hermano gemelo, estuvimos en guerra durante muchos años. Hicimos temblar la tierra con nuestros ejércitos una y otra vez hasta que envejecimos y él tuvo a Dánae. No voy a permitir que su nieto lleve la vida que me has descrito”
“¿Qué se puede hacer?” preguntó el joven.
“Te purificarás trabajando para el dios Apolo en Delfos hasta que éste lo estime oportuno, luego reinarás en mi ciudad, Tirinto. A cambio…” el anciano lo dejó en suspenso.
“¿A cambio de qué, rey de Tirinto?” Perseo le miró con desconfianza.
“A cambio de que cedas desde este instante los derechos del trono de Argos a mi hijo Megapentes” dijo con una sonrisa Preto.
“Hermano de mi abuelo, sois muy astuto” dijo el joven “pero no tengo más opción que admitir tus condiciones. Así será”

Un tiempo después Perseo, rey de Tirinto, comenzaba la construcción de una inmensa ciudad con vocación de capital del mundo griego. Las murallas de la ciudad de Micenas, la rica en oro, nacieron junto con el tercer hijo de Perseo, Esténelo, quien reuniría en su persona las coronas de Argos, Tirinto y Micenas.


"Y esta es la historia que contó el anciano ciego de Tirinto a sus oyentes" dijo el abuelo "pero estos no creo que se quedaran tan dormidos como vosotros"
Los pequeños estaban hechos un ovillo en la alfombra. Se habían quedado totalmente dormidos con la melodiosa voz del abuelo.



Fuentes que se han consultado para realizar esta versión:

Apolodoro de Rodas, Bibliotheca Mitologica
Hesíodo, El Escudo.
Horacio, Odas, III, 16.
Ovidio, Metamorfosis, IV
Píndaro, Perseo, en Apolodoro de Rodas, Bibliotheca Mitologica

Edipo, el hijo de la Fortuna (I)

sábado, 10 de abril de 2010
Layo estaba hundido en el salón del trono. A unas pocas estancias de allí, su esposa Yocasta se encontraba dando a luz. Normalmente, el nacimiento de un hijo es motivo de regocijo entre los hombres, pero para el rey tebano, lo que debía de recibir como un regalo de los dioses era una maldición.
Mientras estaba hundido en el trono desde donde gobernaba la ciudad unas palabras no dejaban de martillearle la mente. Palabras de un oráculo que le profetizaba el nacimiento de un hijo suyo que le acabaría dando muerte y desposando con su madre. Y ese "monstruo" se encontraba naciendo en esos momentos.
Aunque caprichosos, los dioses no solían obrar por que sí. Ese oráculo era un castigo a Layo por violar a Crisipo mientras era huésped de Pélope. Había traicionado la generosa hospitalidad del rey, que le había ofrecido el pan y la sal.

"Mi señor es un niño" dijo una sierva sacando de su ensimismamiento a Layo.

Pesadamente, el Rey se levantó y fue a la estancia de Yocasta envuelto en una nube de criados. Normalmente, la distancia entre las dos habitaciones era corta, pero a Layo se le antojó una eternidad lo que normalmente le llevaba unos minutos. Finalmente, entró a la habitación.

Ahí estaba Yocasta, tumbada en la cama, agotada. Una sierva se encontraba limpiando al bebé. Layo se acercó y lo miró, luego miró a un criado y dijo:

"Llévatelo por ahí y deshazte de él. Este niño no traerá nada más que desgracias a Tebas"

"Pero señor, es solo un bebé de unas horas" protestó el siervo.

"Haz lo que te digo"

El pobre hombre tomó al bebé y se lo llevó de allí. Preparándose para su partida se vistió con ropas de viaje y ató al bebé por los tobillos a un palo, como si fuese una liebre cobrada por los lebreles del rey.

El hombre partió lejos, muy lejos de Tebas y se adentró en las tierras que separan Tebas de Corinto. Allí se encontraba un pastor apacentando a sus ovejas. Apenado por tener que ver con la muerte de un ser tan indefenso, el criado tomó el bebé y se lo entregó al pastor.

El pastor era un criado del Rey de Corinto, Pólibo. Pólibo no tenía heredero alguno y el pastor pensó que el Rey podía ser un buen padre para el chiquillo. Comprobó que no andaba desencaminado cuando vio la alegría con la que Pólibo acogió al pequeño.

"Mira esposa mía, al fin tenemos un heredero" dijo Pólibo

Dichosa por el regalo que le hacían los dioses, la mujer dijo:

"¿Qué nombre le pondremos?"

Pólibo miró los pies hinchados del niño y dijo:

"Edipo"

El hijo de la Argiva. Perseo y Arcisio

jueves, 8 de abril de 2010
Las puertas de la sala de banquetes de Policdetes se abrieron de par en par, una figura se recortó en las sombras. Perseo penetró en la estancia, su dura mirada contempló a los comensales y se fijó en el tirano, que presidía la mesa. Dánae contempló a su hijo, que ya se había convertido en hombre, mientras el silencio inundaba la estancia.
“Madre, Dictis, salid de aquí” dijo.
Ambos se apresuraron a obedecerlo y salieron de la estancia mientras el joven proseguía diciendo:
“He cumplido la misión que me encomendaste Policdetes, contempla tu premio”

Perseo sacó la cabeza de Medusa de la bolsa donde la llevaba oculta y todos pudieron contemplar asombrados el rescate de Dánae. De pronto un fogonazo escapó de la cabeza cortada y todos los presentes fueron transformados en piedra.

Fuera esperaban Dánae, Andrómeda, Dictis y una joven armada. Cuando Perseo llegó hasta ellos, la joven dijo:
“Perseo, ya has llevado a cabo el cometido para el cual te prestamos ayuda, devuelve a los dioses lo q es suyo”
Así fue como Perseo se desprendió del casco de Hades, del escudo de Atena, de la hoz y las sandalias aladas de Hermes. También regaló la cabeza de Medusa a la hija de Zeus, quien la colocó en la égida.


Un tiempo después se convocaron unos juegos en Larisa, en honor al fallecido rey de la región, y Perseo decidió presentarse para alcanzar fama entre los helenos. Había decidido no acercarse a Argos ya que temía que el designio del dios délfico se cumpliera y diera muerte a su abuelo Arcisio.
Los Juegos habían comenzado, Perseo se presentó a diversas pruebas en las que salió vencedor y ganó las coronas ístmicas. Era ya mediodía cuando se presentó a la prueba de lanzamiento de disco, el sol relucía con fuerza, Apolo contemplaba los Juegos desde el Olimpo. El hijo de Dánae lanzó el disco, imprimiéndole tanta fuerza que se salió de la pista y fue a la gradas desatando el pánico.
Perseo, asustado por lo que había hecho, corrió hacia la gradas y trepó por ellas. La multitud se arremolinaba en torno a un cuerpo ensangrentado. Perseo vio que el inmenso disco había golpeado la cabeza de un anciano de noble cuna, la sangre corría por su rostro.
“¿Quién es?” preguntó, un escalofrío le recorrió el cuerpo.
“Arcisio, rey de Argos” le llegó la respuesta.
Perseo se derrumbó en ese momento y las lágrimas fluyeron de sus ojos. Al fin se había cumplido el castigo de Apolo a la familia de Dánao. Había manchado sus manos con la sangre de su abuelo, había quedado impuro ante los ojos de los dioses, ahora sería un desterrado para toda su vida…

El hijo de la Argiva. Andrómeda.

martes, 6 de abril de 2010
La playa se había llenado de gente que había visto la transformación de la serpiente en coral. Entre ellos un joven fornido que se acercó a Perseo y le increpó:

“¿Quién eres qué así te presentas en estas tierras?”
“¿Quién eres tú que tienes la osadía de dirigirte así a mí?” replicó a su vez Perseo “Yo soy Perseo, hijo de Zeus, matador de la Gorgona Medusa”
“Mi nombre es Agenor, hijo de Posidón, rey de Tiro, descendiente de Ío y Zeus” respondió Agenor.
“Somos parientes pues, yo desciendo de tu hermano Belo, soy nieto de Arcisio, rey de Argos” respondió Perseo.
“Te damos la gracias, príncipe” dijo Agenor “ahora puedes seguir tu camino, tu tierra está muy lejos.”
“¿Me expulsáis?” inquirió Perseo “¿No respetáis las normas de hospitalidad para mí y mi futura esposa?”
“¡Vuestra futura esposa!” exclamó Agenor “¿cómo es eso posible, si es mí prometida?”
Perseo y Agenor empuñaron sus armas al unísono:
“¡Explicad esto Cefeo!” gritó Agenor.
“El extranjero prometió salvarla si se la dábamos en matrimonio” respondió el rey etíope.
Con un grito el rey de Tiro se abalanzó sobre el joven Perseo. Las estocadas bailaron al compás de las espadas, las fintas se sucedieron unas a otras. Las estocadas sucedían a los puñetazos y patadas. Pronto ambos oponentes sangraban por diversas heridas. Agenor parecía el más fuerte de los dos, sin embargo, el Destino no tenía previsto que se casara con la princesa etíope, sino con Telefasa, que sería madre de muchos héroes. El rey de Tiro tropezó con una piedra, ventaja que aprovechó Perseo para tumbarlo contra el suelo y ponerle la espada en el cuello:
“Ríndete y podrás seguir viviendo”

Perseo y Andrómeda se casaron en Etiopía y muchos años más tarde cuando el hijo de Dánae era rey de Micenas, la rica en oro, tuvieron tres hijos, Electrión, Alceo y Esténelo. Tras la boda montaron en Pegaso y emprendieron el viaje hacia Sérifos, donde esperaba Dánae el retorno de su hijo.

El hijo de la Argiva. En una playa de Etiopía.

domingo, 4 de abril de 2010
Hacía cada vez más calor, Perseo llevaba ya muchos días volando sin encontrar la silueta de su tierra allá abajo, la sensación de haberse perdido aumentaba a la vez que la temperatura. Pegaso y él se llevaban bien, el animal se dejaba conducir con suavidad y el jinete había aprendido a dejarse llevar por su montura para coger las corrientes de aire. De pronto vio a una joven en lo alto de un acantilado, estaba atada a un enorme árbol seco. Dos siluetas contemplaban la escena en la playa. Perseo condujo a Pegaso hacia allí, las siluetas se convirtieron en un hombre y una mujer que le miraban asombrados:
“Soy Perseo, hijo de Zeus” se presentó “¿porqué está esa muchacha allí atada?”
“Soy el rey Cefeo y ella mi esposa Casiopea. A quien has visto es a nuestra hija Andrómeda, sacrificada a la Serpiente del gran dios Posidón, por orden del señor de los mares”
“La salvaré” afirmó el joven “y, con vuestro permiso, la desposaré en matrimonio”
“Nuestra hija ya está prometida” dijo la reina.
“No veo a ningún hombre aquí para salvarla” la voz de Perseo se endureció.
“Adelante, pues, si estás tan decidido, te concedemos su mano” dijo Cefeo tras mirar a su esposa.
Perseo voló hasta el lugar donde estaba Andrómeda atada con las sandalias que le había dado Hermes y gracias a la hoz pudo liberarla de sus ataduras. De pronto una monstruosa cabeza surgió de las aguas, el agua corría por las escamas de la serpiente y sus ojos voraces se clavaron en ambos jóvenes. Abrió la boca y una inmensa corriente de aire pestilente rodeó a la pareja. La serpiente miró con curiosidad al recién llegado al que nadie había invitado, valorando si era peligroso o no.
“Andrómeda, obedéceme si quieres salir con vida, cierra los ojos y aparta tu vista de mí” dijo el joven “¡rápido!”
Perseo metió la mano en la bolsa y tomando la cabeza de Medusa por los cabellos de serpiente la alzó. Al mismo tiempo el monstruo marino se abalanzó sobre ellos impactando contra la mirada de la Gorgona muerta. De pronto el animal comenzó a retorcerse, se retiró espantado y comenzó a huir. Entretanto Perseo cerraba los ojos con fuerza y apretaba el dulce rostro de Andrómeda contra su pecho. El olor a flores de su cabello lo inundó. Cuando abrió los ojos, tras guardar la cabeza de Medusa, contempló los verdes ojos llorosos de la chica y se inundó de ellos. Un graznido los sacó de su arrobamiento, levantaron los ojos y vieron que la serpiente se había convertido en un inmenso arrecife de coral de color negro contra el que se estrellaban las olas. Perseo tomó en brazos a Andrómeda y la llevó volando junto a sus padres.

El hijo de la Argiva. Medusa

viernes, 2 de abril de 2010
Al cabo de un tiempo Perseo se encontraba en el claro de un bosquecillo, cerca de las montañas de Occidente. De pronto oyó una canción entonada con la voz rota de unas ancianas, el joven se acercó sigiloso y contempló a tres horribles mujeres de largos cabellos grises, arrugadas y pequeñas, que daban vueltas alrededor de un caldero. Las tres Grayas eran mujeres ciegas y desdentadas que compartían un único ojo y un único diente.El joven se puso el casco de Hades, que le hacía invisible, y se acercó sigiloso robando el diente y el ojo de las ancianas. Las Grayas se volvieron y lo miraron con sus ojos vacíos y dijeron con su boca desdentada:“¿Quién eres y qué quieres extranjero? Devuélvenos lo que es nuestro”“Quiero saber donde se oculta Medusa, la Gorgona” respondió Perseo “entonces os devolveré lo que es vuestro”Las tres ancianas se reunieron y hablaron en voz baja mientras Perseo esperaba, al poco se volvieron hacia él:“El palacio de la Gorgona lo encontrarás si sigues al boyero hacia la puesta de sol y luego lo dejas a la izquierda. Cuando veas relucir al Aguador en el cielo allí la encontrarás”
Las estrellas brillaban en la oscura noche, el palacio de Medusa se alzaba sobre una loma junto a la que corría un caudaloso río. Perseo aterrizó suavemente sobre el patio donde fue recibido por una colección de estatuas de piedra, guerreros que habían caído en manos de la terrible Gorgona.Una suave melodía le llegaba desde el interior, Perseo se puso el casco de Hades y empuñó la hoz y el escudo que los dioses le habían dado. Se deslizó por el palacio cubriéndose con el escudo, el sol entraba por los grandes ventanales y el escudo refulgía en la oscuridad.Una figura se recortaba en las sombras, una mujer de bello rostro lo miraba seductora, de su cabeza nacían terribles serpientes que entonaban una melodía. Perseo se cubrió con el escudo mientras Medusa le clavaba una furiosa mirada, sin embargo solo contempló su reflejo en el escudo y con un atronador grito se convirtió en piedra.Perseo se acercó al monstruo y lo degolló con la hoz. Un nuevo prodigio se originó al caer la sangre de Medusa al suelo, un caballo alado de color blanco nació. Era Pegaso, quien sería la montura de muchos héroes. Perseo lo montó y salió de allí a toda velocidad mientras el cuerpo de la Gorgona estallaba al nacer un gigante de su interior.El hijo de Dánae salió del palacio de Medusa montando en Pegaso y con la cabeza de la Gorgona en una bolsa. Se dirigía a Sérifos para rescatar a su madre.
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