El hijo de la Argiva. El comienzo

miércoles, 24 de marzo de 2010
Los dos niños no querían irse a dormir. Presentían que era un momento especial: estaba allí el abuelo y querían ver todo lo que ocurriese. Pero mamá estaba muy pesada…
“Marta, déjalos” interrumpió el abuelo “¡sentaos aquí!
Ellos, poco dispuestos a irse, aprovecharon la ocasión y se sentaron en la moqueta a los pies del abuelo:
“Os voy a contar la historia de un príncipe de hace mucho, mucho tiempo. La Historia del Príncipe Perseo, de cómo mató a Medusa y se convirtió en el rey más poderoso de toda Grecia”

En el ágora de Tirinto, ciudadela de los dioses, era día de mercado. Entre la algarabía reinante un pequeño grupo, que iba engrosando con el paso del tiempo, permanecía en silencio escuchando a un solo hombre. Éste era un anciano de ojos cegados, cuya melodiosa voz tenía acentos de las tierras de más allá del Egeo, de las ciudades de la Jonia cercanas a los bárbaros de Oriente.
“¿Sabéis quién fundó la ciudad de Micenas, la rica en oro? ¿Conocéis las historias de los reyes y príncipes que contribuyeron al engrandecimiento de los Perseidas? Os voy a relatar una historia sin parangón, una historia de misterios, traiciones, aventuras… Espero que la Musa, hija de Zeus, me conceda la gracia y la voz para transmitir aquello que me susurra al oído…”

En la ciudad de Argos, hace mucho tiempo, reinaba Arcisio. Tenía una hija, Dánae, una bella niña de cabellos dorados y ojos oscuros, de danzarines piernas y melodiosa voz. El rey estaba feliz ya que su reino, que tanto le había costado conseguir, ya tenía una heredera. Sin embargo el dios de Delfos acabó con esta alegría. Profetizó que el hijo de Dánae mataría a su abuelo y lo sustituiría en el trono. Ante esto, Arcisio, temeroso de los designios del dios encerró a su hija, cuando ya había alcanzado la edad de tener hijos, en una alta torre de su palacio.
Un día, Zeus, el padre de los dioses y señor del Olimpo, descubrió a la joven en su prisión y enamorado de ella decidió entrar en la estancia. Esa tarde cuando Dánae contemplaba melancólica las paredes de la habitación en la que estaba encerrada, sin que ni siquiera un rayo de sol pudiera colarse por una ventana vio un prodigio: un líquido dorado goteaba del techo. La princesa no se movió de lugar mientras esperaba a ver en que acaba todo aquello.
De pronto del charco dorado surgió un hombre, de barba negra y espesa, ojos azules, fuerte y que irradiaba una poderosa autoridad. Sin palabras, la princesa sabía que quien la visitaba era un dios, se contemplaron mutuamente. La princesa clavó sus negros ojos en la figura mientras la pasión se encendía en su pecho.

Arcisio no daba crédito al hecho palpable de que su hija estaba embarazada de varios meses, la profecía del dios parecía inevitable. Sin embargo aún podía hacerse algo, temeroso de perder la vida a las manos del fruto de su hija, la encerró en un enorme baúl de madera y la arrojó al mar, el Ponto se encargaría, y con suerte sería devorada por alguno de los animales de Posidón, y, o eso esperaba, no volvería a saber de ellos nunca más.

1 polemoi:

Dafne dijo...

Interesante, interesante. A la espera de más =)

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