Edipo, el hijo de la Fortuna (IV)

martes, 27 de abril de 2010
El camino a Tebas fue largo y duro. Edipo tardó mucho tiempo en llegar a Tebas pero desde donde estaba veía las murallas de Tebas. Ahí emprendería una nueva vida, lejos de aquellos a los que amaba y a los que tanto daño haría según el oráculo. Sonrió. Había esquivado los oscuros designios de los dioses. La verdad es que los dioses no eran infalibles: se les podía engañar. Lo demostró Prometeo, aunque acaso el titán se acabase excediendo y tentando a su suerte. Pero lo de Edipo era algo puntual. Acto seguido marchó hacia Tebas, donde le esperaba una nueva vida.

Camino a Tebas encontró un enorme campamento. Hombres, mujeres, niños y ancianos se arremolinaban en unas condiciones infrahumanas, lo que llevó a Edipo a interpelar a un muchacho

"¿Qué hacéis viviendo así cuando está Tebas a tan poca distancia, viajeros? Aunque esteís cansados, ¿No os merece la pena andar un poco más y descansar en un jergón en Tebas?"

El muchacho respondió

"Mi señor somos tebanos que salimos a Delfos en peregrinación pero no podemos entrar a la ciudad. En las afueras está un monstruo que se llama la Esfinge y que formula un enigma a todo aquel que entre a Tebas. Si lo acierta le franquea el paso y si fracasa, le devora. Hasta ahora nadie ha resuelto el enigma"

"¿Y no hace nada vuestro Rey para dar muerte a esa perra cantora?" razonó Edipo

"No tenemos Rey. Largo tiempo hace que partió Layo en busca de una respuesta para el enigma pero todavía no ha vuelto. Creonte le da por muerto y ofrece la corona y la mano de la reina Yocasta a todo aquel que resuelva el enigma"

Edipo se mesó el mentón. Aquello era un buen futuro, merecía probar fortuna. Si lo resolvía sería Rey y si no, sería devorado y su sufrimiento tendría fin.

"Déseame suerte chico" dijo Edipo mientras marchaba hacia Tebas.

Cuando estaba a punto de llegar a las murallas una sombra tapó el cielo y la Esfinge se posó delante de Edipo. Era grande como una leona y tenía un par de alas fuertes para levantar su cuerpo. Su cabeza era la de una mujer, atractiva de no ser por los ojos felinos que tenía y los caninos ligeramente afilados que presentaba.

"Bien viajero, debes de resolver este enigma si quieres entrar a Tebas. Si fracasas serás devorado"

"Plántealo" dijo Edipo mientras se hacia a un lado del camino y se sentaba en un risco.

La Esfinge carraspeó y lanzó su enigma:

"¿Qué animal tiene cuatro patas al amanecer, dos al mediodía y tres al anochecer?"

Edipo pensó mientras la Esfinge le miraba, sacando sus garras y saboreando el bocado que tenía ante ella. Edipo la miró y dijo:

"Fácil. Es el hombre que al amanecer de su vida se vale de cuatro patas para moverse, dos en su madurez y tres cuando es anciano y su vida anochece, pues necesita de un bastón para andar"

La Esfinge abrió mucho los ojos, balbuceó algo y salió volando de allí hasta estrellarse contra unos riscos, perdiendo la vida. Hubo entonces un gran silencio y luego grandes vítores. Las puertas de la muralla se abrieron y soldados y ciudadanos fueron a abrazar a Edipo. Los que estaban afuera abrazaban a los familiares de los que tanto tiempo habían estado separados.

Entonces sonó una trompeta y los soldados empezaron a apartar a la muchedumbre. Enfrente suya estaban dos figuras: la de una hermosa mujer de cabello azabache y de ojos verdes y la de un hombre vestido de purpura, en un cojín llevaba una corona.

"Muchas gracias..." dijo el hombre

"Edipo, mi nombre es Edipo"

"Soy Creonte, regente de esta ciudad. Nuestro Rey Layo ha muerto y no tenemos quien nos gobierne. En virtud de las pragmáticas que he dictado, te corresponde la mano de mi hermana, la reina Yocasta" levantó ligeramente la mano de la Reina " y la corona de Tebas"

Creonte avanzó, se arrodilló y puso la corona en las sienes de Edipo.

"¡Viva el Rey! Larga vida a Edipo, Rey de Tebas"

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